martes, 2 de octubre de 2007

CUATRO VISIONES SOBRE LA POBREZA A ESCALA MUNDIAL


CUATRO VISIONES SOBRE LA POBREZA A ESCALA MUNDIAL

Aunque la visión de un mundo de pobres y de ricos es ciertamente antigua (basta remontarse a las misiones y su objeto evangelizador –pobres de espíritu- y aplicado aunque caritativo –asistir al enfermo, alimentar al hambriento… etc.- ) o al reparto mundial en el XIX con el sistema de las colonias, tampoco es menos cierto que no se tiene una visión mundial de la pobreza hasta entrado el siglo XX.

Esto se debe, desde mi punto de vista, a la consolidación precisamente de la unidad de análisis: el estado; y a la producción sistemática y más o menos fiable de datos empíricos comparables.

Visión 1. La pobreza como una realidad mundial

La pobreza a escala mundial "se descubrió", por citar de manera literal las palabras de Sachs, hacia 1940 en los primeros informes del Banco Mundial (Sachs 1992,161). La pobreza en aquellas condiciones era entendida como una operación estadística de carácter comparado (siguiendo las indicaciones de su principal artífice, Colin Clark) que afecta a los ingresos per cápita de los diferentes estados. Desde esta perspectiva se deriva una estructuración mundial de la pobreza muy clara: países de mayor renta vs países de renta inferior. Y un país pobre es el que queda por debajo de un determinado nivel de renta o umbral. Esta perspectiva, lejos en la actualidad de estar en desuso, ha sido completada con aportaciones empíricas y teóricas y continúa siendo una de las principales fuentes de información y referencia para la descripción (y tristemente) también para el análisis de la pobreza (Fisher 1992).

Visión 2. La pobreza absoluta. Niveles mínimos de vida

Sin embargo, desde el propio Banco Mundial y hacia el final de los años 60 y durante los 70, se produce una reconducción en el término "pobreza". Hablamos de pobreza absoluta y de niveles de vida (consumo de bienes y servicios) sobre los que pesa una clara delimitación o franja a partir de la cual se es pobre. Célebre es la cita (del nada sospechoso McNamara): "para finales del siglo debemos erradicar la pobreza absoluta. Ello significa en la práctica la eliminación de la malnutrición y del analfabetismo, el descenso de la mortalidad infantil y el incremento de la esperanza de vida de forma equivalente a los estándares de los países más desarrollados" . A parte de las implicaciones a nivel internacional que tuvo (y tiene) esta visión sobre la pobreza, también en esa dirección se encuadraron los estudios de Ornati 1966 y las políticas públicas que para el caso de los Estados Unidos, se enunciaron como "War on Poverty", durante el gobierno de Johnson, con los efectos ya conocidos (Danzinger y Gottschalk 1995). Por lo tanto, aquellos países (o grupos) que no cumplan con un mínimo vital establecido según parámetros occidentales, serán pobres. Esto es especialmente relevante si lo entendemos dentro del contexto hegemónico de los EE.UU en el sistema mundial. Por cierto, en la actualidad los Estados Unidos continúan construyendo sus umbrales oficiales de pobreza desde una perspectiva absoluta. Y el Banco Mundial sigue ofreciendo las cifras de los países más pobres en función del 1$ per cápita clásico. El problema es que son los utilizados de forma general para la confección de las políticas sociales y de lucha contra la misma, cuando muchas veces habría que añadir matizaciones en los datos para acercarse a una realidad un tanto más compleja (Hareman y Bershadker 1998).

Visión 3. El "otro desarrollo".

Pero es en la década de los 70, y más en concreto sobre 1975, cuando se empieza a hablar del "otro desarrollo" en términos más cercanos a lo que hoy podemos considerar proceso de empobrecimiento o una definición más amplia de desarrollo. Casi como un discurso paralelo y antagónico al oficialista de instituciones como el Banco Mundial, sus postulados se basan en la liberación como axioma fundamental, está orientado hacia la satisfacción de las necesidades humanas, tanto materiales como no materiales. Se fundamenta en la búsqueda de un equilibrio ecológico y en los procesos endógenos de crecimiento y cambios estructurales, mediante la articulación de lo macro con lo micro e incorporando a los diferentes análisis cuestiones novedosas o no incluidas con anterioridad, como por ejemplo el sector invisible (Max-Neef 1986).

Las diferentes formas de conceptualizar la pobreza y su dimensión mundial que hemos propuesto en estas tres visiones, explican con bastante fidelidad que no fuera posible un consenso. Y precisamente las tres visiones sobre la pobreza mundial de donde se nutren los axiomas básicos del desarrollo humano, cuarta visión, ésta, sobre el proceso de empobrecimiento mundial.

Visión 4. Desarrollo humano

Si a través de las tres visiones anteriores sobre la pobreza como una cuestión mundial podíamos entender e interpretar mejor los indicadores que se utilizaron (y siguen utilizándose), no es menos cierto que nos ocurre un tanto igual con las políticas. Pero la realidad de la agenda política para la lucha de la pobreza global, no dejaba de ser un conjunto de propuestas basadas, una vez más, en la unidad de análisis: el estado.

Las tres visiones anteriores se completan con una cuarta, desarrollada a finales de los 80 y que ahora cumple un decenio de trabajo. La perspectiva del desarrollo humano (PNUD) sintetiza tres aspectos clave de la socialdemocracia como ideología política: renta, educación y sanidad.

Estos tres aspectos son el eje central mediante el cual se articula toda una propuesta de indicadores y políticas aunque, como bien sabemos, cada informe está dedicado a un aspecto más concreto del panorama mundial del desarrollo: mujer(1991,1995), pobreza humana(1997), consumo(1998)…

De todas formas, en el origen, el concepto de desarrollo humano se parece bastante más a la visión de la realidad de la pobreza mundial que llamábamos "el otro desarrollo". Cosa, por otra parte, lógica si tenemos en cuenta las propuestas de partida del PNUD. (Streeten 1994)

Pero llama la atención que los principales indicadores que conforman el IDH sean claramente, y una vez más, indicadores estadísticos con niveles de confianza bajos o muy bajos (con respecto a la credibilidad de los datos proporcionados por el estado de referencia).

Detengámonos un momento sobre los tres ejes del desarrollo humano entendido como ideología, como indicador y como propuesta de lucha contra la pobreza.

Ideología

El concepto de desarrollo humano, y evidentemente la forma de entender la pobreza mundial, sus rasgos y características, son de claro enfoque socialdemócrata. De esa manera hay que enmarcar el desarrollo humano, fruto de un momento histórico en el que el estado nación entra en crisis (en el norte) a la vez que se cuestionan los principios claros de las políticas generadas por el estado de bienestar europeo. No creo que esto provoque demasiada discusión. El problema, como veremos en el aspecto de prescripciones, es más que evidente.

Indicadores

EL IDH (índice de desarrollo humano), IPH (índice de pobreza humana) y otros de esa gama, como los índices de potenciación de género, por ejemplo, son índices sintéticos que recogen la información de diferentes indicadores de manera que su resultado está considerado de forma general.

Desde un punto de vista formal el IDH se establece como un indicador de intervalo [0,1], donde 0 es el mínimo desarrollo humano (situación de pobreza máxima, evidentemente)y 1 (situación de máximo desarrollo humano). Y aunque no es la única forma de tratar de medir el desarrollo (VVAA 1995) sí es una de las qué busca aunar diferentes dimensiones (evidentemente, siempre cuantitativas).

La principal ventaja (e inconveniente) pues es que podemos establecer una jerarquía casi visual sobre quien está mejor y quien peor. Resulta curioso que pasase exactamente lo mismo con la visión 1 sobre la pobreza(rentas, BM). De esta forma, es posible que se caiga una vez más en el dato curioso aprovechable por los medios de comunicación de masas y en la jerarquía internacional como estructura del mundo.

Incluso desde un punto de vista de la construcción del indicador (y siendo conscientes de las críticas epistemológicas de partida: occidentalismo, por ejemplo), algunos de los indicadores que resume el IDH tienen cierta multicolinealidad con otros que forman el indicador compuesto, esto es, educación (años de escolarización, tasas de alfabetismo), salud (esperanza de vida al nacer) y rentas (renta ajustada)

Pero aunque el IDH o IPH (IPH1/IPH2) o el que se prefiera, tenga limitaciones en su construcción, ciertamente supone un avance claro en la metodología de indicadores compuestos (Streeten 1998). Y no solo eso. Básicamente al tratar de aunar perspectivas empíricas como la renta, educación, variables ecológicas, sanitarias (esperanza de vida al nacer) se intenta modelizar la realidad social en su complejidad. El problema es que la realidad social no es únicamente estatal.

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